Descubre el Amazonas a través de los ojos de la hermosa familia que maneja este exclusivo ecolodge en Iquitos.

Inmediatamente al salir del avión sientes esa humedad cálida tan característica de la selva. Acabas de llegar a Iquitos, ciudad detenida en el tiempo que mezcla el caos de Vietnam con la arquitectura de Portugal y lo que quedó de la época dorada del caucho.  

Afuera del aeropuerto te espera Pedro, el conductor del “tuk tuk” que te llevará hasta el puerto Bellavista Nanay, al otro extremo de la ciudad.

Iquitos es la puerta de entrada a la selva desde Perú y una de las ciudades más importantes de todo el Amazonas junto con Leticia en Colombia, y  Manaos y Belém do Pará en Brasil. En esta ciudad se unen los ríos Ucayali y el Marañón, que juntos se conocen como el río Amazonas, el más largo y caudaloso del mundo con 7.062 kilómetros de longitud.

Viajar en tuk tuk es una experiencia en sí misma. Puedes sentir como te inunda el calor y percibir los olores de ciudad tropical del tercer mundo. En el camino ves la plaza de Armas, la Casa Fierro – diseñada por Gustav Eiffel- y las casonas del siglo XIX embadurnadas con azulejos traídos desde Europa. Llegando a Nanay pasas por un mercado donde cocinan gusanos como anticuchos y una cabeza de caimán como filete, Pedro no se detiene, sigue directo hasta el embarcadero.

Esperando está Elmer, el motorista, como le dicen a los conductores de los botes en Iquitos. Entre Pedro y Elmer suben tu maleta al bote. Tiene dos líneas de asientos, una al frente de la otra, techo de palma y puede transportar hasta 22 personas. Elmer enciende el motor y comienzan a navegar río arriba, primero por el río Nanay, luego a la derecha por el río Momón.

Sientes el aire caliente en tu piel, y observas la frondosa selva que te rodea por cuarenta minutos hasta que llegas al Amazon Garden, el único ecolodge boutique de Iquitos.

Te bajas y te reciben Úrsula y Juan Miguel, los sonrientes dueños del pequeño paraíso al que acabas de llegar. Hacia arriba, ves una colina verde, en la punta una construcción de madera con techo de palma  y un pequeño punto que baja y se acerca cada vez más hacia ti. Es una mona, y en poco tiempo te enteras de que se llama Ramona y que le encanta jugar con los humanos.

Tus tres anfitriones te guían hasta el lobby del ecolodge por un camino rodeado de palmas, exóticas flores tropicales y aves que cantan al son de los sonidos de la jungla. Huele a verde.

El Ecolodge

Amazon Garden es, como bien lo anuncia su nombre, un jardín amazónico. En sus 10 hectáreas hay jardines, restaurante, piscina, bar, lobby, torre mirador, una explanada para hacer yoga y 7 cabañas con capacidad total para 40 personas. El desayuno, el almuerzo y la cena se sirven a la misma hora para todos. El restaurant está a cargo de Teddy chef nacido y criado en Iquitos, que cocina sabrosa comida regional gourmet como el juane -un tamal de arroz con pollo envuelto en hoja de bijau- y el picadillo de Paiche -el pescado más grande del Amazonas-.

En el ecolodge no hay internet. Úrsula del Pilar Vera, peruana nacida en Iquitos y Juan Miguel Ibieta, chileno proveniente de Concepción, invitan a sus huéspedes a desconectarse de los aparatos electrónicos y a reconectarse con la naturaleza, con otras personas y con ellos mismos: “en una ocasión recibimos a un padre y su hijo adolescente. Cuando llegaron el chico estaba irritado porque no tenía internet, pero al pasar de las horas se le olvidó esa falta y empezó a pasarla bien. Antes de irse el padre se me acercó para agradecerme porque este había sido el único lugar donde había podido fortalecer la relación con su hijo” nos cuenta Úrsula.

Así como el internet, la electricidad tampoco abunda en este rincón del Amazonas, por eso es que sólo hay luz tres veces al día, cuando se prende el generador. En este escenario de oscuridad profunda e intensos sonidos selváticos, los huéspedes se sientan alrededor de una fogata para escuchar las historias y los mitos amazónicos que el guía local, Dexter, tiene para contar.

Interactuando con la selva

Estás en una plataforma de madera frente al río Momón. El guía cuelga una serpiente larga en tu cuello y sientes como te recorre con su piel helada. Al principio te impactas por el hecho de tener una anaconda enrollándose en tu torso, pero cuando el guía te dice que está acostumbrada a andar entre humanos, te relajas.

Estás en el Centro de Rescate Animal del Fundo Javier, aquí los encargados rescatan animales maltratados, los rehabilitan y una vez recuperados los sueltan en la selva. Usualmente se pueden ver diferentes tipos de monos, osos perezosos, serpientes y hasta jaguares. Todo depende de lo que hayan logrado rescatar.

 Una vez finalizada la visita, te subes al bote con dirección a la maloca de los Yaguas, comunidad indígena local que  te recibe en sus vestimentas tradicionales para contarte cómo solían vivir sus abuelos. Las mujeres vestidas de faldas rojas y los hombres con plumas en la cabeza, te hacen bailar danzas tradicionales y te enseñan a usar la cerbatana, método de caza de sus ancestros.

Al día siguiente te levantas temprano para ir al insectario. Caminas por la selva en tus botas de hule negras, un sombrero y toneladas de repelente encima. La mona Ramona lidera la caminata hasta que llegas al lugar. Te recibe Moisés, lugareño que se dedica a criar y cuidar especies de insectos y anfibios contribuyendo así a la ciencia y al turismo local. En sus terrenos es posible ver tarántulas Goliat, que pueden llegar a medir hasta 30 cm; ranas Kambó, cuya secreción venenosa se usa como método sanador; y otras especies exóticas del Amazonas.

Dependiendo del programa que tomes -si es de 1, 2, 5 o hasta 10 días- se incluyen estas y otras actividades. Adicionalmente es posible agendar terapias de Ayahuasca, salidas fotográficas y celebraciones en grupo como bodas de oro y encuentros corporativos. Úrsula y Juan Miguel se ajustan a lo que andes buscando, ya sea un fin de semana de aventura y piscina con amigos o unas vacaciones familiares con tus hijos pequeños, lo importante aquí es la reconexión, como dice Úrsula: “siento  que es un regalo para el alma poder venir a desconectarse de la cotidianeidad y conectarte con la naturaleza, encontrarte contigo mismo y ver de que  uno puede llevar una vida mucho más sencilla, que con tan poco tu puedes ser feliz”. 

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